miércoles, 21 de septiembre de 2011

Cuentos y sueños

Hoy os explicaré un cuento… la historia de un sueño.

Dicen los libros de la vieja biblioteca de Midipitan, ciudad costera al norte de la antigua metrópolis de Lamblia que antes de que el mundo fuera mundo, existían dos hermanos de nombres Upofasi y Upocuay.

Situados estos en los montes de Kailan, ambos hermanos eran hijos de los dioses de la creación y habían nacido por su papel trascendente en el devenir de la humanidad. Los dioses una vez creada la vida decidieron dotar a cada ser de ciertos atributos, al guepardo con la rapidez, al mono con la con la jocosidad, al cocodrilo con el terror y al hombre con la sabiduría entre otros.

Upofasi, al igual que su hermano, una vez nació se retiró a los montes, y allí se encerró para recibir la misma formación, pero una vez entendieron el mundo como un todo, Upofasi creyó ver su razón de ser: la certeza, el saber estar, la constancia y el trabajo. Upofasi era alto, fuerte y bien plantado y tenía una voz de aquellas que hasta las nubes se postraban acongojadas. Impregnó con su sabiduría a cada uno de los seres que los dioses habían creado y así la humanidad se convirtió en un mundo casi perfecto, donde todo el mundo sabía lo que tenía que hacer, donde reinaba la armonía y el orden y donde la disputa, la envidia, la felicidad o el amor eran sentimientos que Upofasi entendía como prescindibles simplemente no aparecieron.

Ante la prestancia de su hermano, y por que no decirlo al temor a su figura Upocuay se refugió en su cueva, en una montaña alejada de los montes de Kailan, cerca de la aldea de Coba donde las mujeres mayas tejían y bordaban en armonía. Upocuay pasó largas temporadas en su cueva intentando descubrir el porque de su existencia y tras años y años encerrado en sí mismo decidió disfrazarse de monje y salir vestido con sus harapos hacia la búsqueda del porqué de las cosas. Mientras, el mundo era tan perfecto que ni siquiera Upofasi tenía que actuar.

Upocuay fue primero a hablar con las muchachas mayas a las que preguntó por su felicidad, ellas lo miraron como si no entendieran lo que decía , así que les preguntó directamente por su forma de vida. Era una vida perfecta, en armonía, sin discusiones, el marido iba a trabajar mientras ellas hacían lo propio y los hijos de ambos disfrutaban de un orden prestablecido donde todo estaba claro. Luego preguntó al guepardo y este le dijo que con la habilidad de la carrera podía comer lo que quisiera pues estaba claro para él quien era víctima y quien era simplemente azar con lo que obviaba el azar para centrarse en cada presa solo por necesidad. También preguntó a la cebra que le dijo que entre los pastos no podía pedir nada más y que si un guepardo aparecía se dejaba cazar para mantener el orden lógico de la vida.

Upocuay habló con mucha gente, con muchos seres y todos hablaban maravillas del orden y la armonía con lo que se despojó de sus harapos humanos y puso rumbo a su cueva, entendiendo que su papel en la vida quizás fuera el de consejero o bien ermitaño, donde la gente que quisiera podría acudir a él y él allí estaba, pero que el papel de su hermano no era malo, quizás incluso era perfecto.

Por el camino Upocuay oyó la voz de una chiquilla, que de repente se tornó melodía, la niña lo miró a los ojos de una forma lúcida, extraña para un ser humano, los ojos le brillaban, tenía luz propia, y de repente entendió algo que hasta ahora no había entendido. En cada paso que daba, en cada pregunta que hacía tras la respuesta, algo se apoderaba del ambiente… era el dios silencio que todo lo absorvía. La niña se acercó a su oreja y le dijo cantando la canción que de ella, su boca, salía…"la vida que no exite jamás puede ser vivida". Quiso alcanzar su mano para acariciar el rostro de la tierna niña, pero al alargar la mano, ésta, simplemente se desvaneció.

Upocuay se alejó a su monte a su refugio con la canción en su mente. Dormía y se repetía la canción, se levantaba y se repetía la canción.

Upocuay no dormía, no vivía, no sabía que significaba esa frase que lo atormentaba.

De repente apareció a las puertas de su cueva una pequeña comadreja… y le dijo “oíste un canto de sirena y no te tapaste los oídos Upocuay… la vida está llena de misterios sin resolver o quizás este misterio te pertoca desvelarlo a ti. Crees que hemos de vivir en orden y armonía, crees que los sueños existen, crees en el amor en el odio y la envidia... en qué crees Upocuay?”

De repente todo cambió. Upocuay miró a la comadreja y de repente lo entendió. Atravesó montes y montañas , laderas y valles para encontrar a Upofasi.: “ Upofasi - dijo- creo que si juntamos tu orden con mi magia podemos crear un mundo mejor” Upofasi lo miró y se rió “iluso puede haber algo mejor que la armonía y el orden?  lárgate a tu cueva y medita Upocuay y no salgas de allí pues turbas mi paz y la de mi creación”. Upocuay lo miró, tenía todas las respuestas. Salió a la luz, ante la mirada atónita de Upofasi, abrió sus brazos, su existencia tenía un sentido, el sentido que le había dado años de meditación, hablar con los seres de este mundo y del otro, compartir, oír y escuchar y no sólo mirar si no observar. Upocuay miró al astro de la gran luz, sabía que era la última vez que lo haría, pero era feliz, muy feliz, miró tras de sí un minuto, Upofasi estaba atónito, el astro que todo lo puede se iluminó más y más y de él salió un rayo de luz, un rayo de calor , iluminó el corazón de Upocuay. Cerró los ojos, pero no se apagó su luz, ni su resplandor ni su fuerza. Y de repente sólo magia, de cada célula de Upocuay de desprendió un minúsculo haz de luz, de cada corpúsculo, miles de nuevas particulas, de cada nueva partícula millones de nuevas fuentes de luminosidad. Upocuay se tornó luz y la luz se escampó por el universo creado por sus padres. Cada pequeño brote de luz fue a cada corazón de cada ser, de cada animal, de cada planta de cada ser humano…

Upocuay vio que su vida fue hecha para decidir que él sería el último que decidiría algo por nosotros.

Y el mundo cambió

Apareció el odio, el amor, la felicidad, la envidia, el desorden, la música, el ruido, la armonía, el equilibrio, la desrazón, el sufrimiento y todo ello formó parte de cada uno de nosotros para que de cada uno nazca un ser único, diferente a los demás… y porque no…totalmente imperfecto…

Upocuay se escondió en el libro de la sabiduría de Midipán, y allí entre cada letra en cada frase existe para quien quiera leerlo, para quien quiera conocerlo… pero no hace falta irse al mundo de las ideas pues él forma parte de cada uno de nosotros.

Con esta historia entendí que todo es posible, que nada es improbable y que la vida simplemente puede ser lo que uno quiere que sea…. O quizás no… pero nosotros decidimos…

Bienvenidos al universo de las posibilidades de nuevo…………. nada es imposible, simplemente puede serlo, y a veces simplemente depende de nosotros...
Salut i Força
Jordi Seuba

PRESENTACIÓN DE OKUME AZ

¿QUIÉNES SOMOS?

La Fundación Privada Okume AZ, nace como una iniciativa de un conjunto de maestros del Centro de Estudios Jaime Balmes, cooperativa con más de 25 años de experiencia en el ámbito de la educación.

¿DÓNDE ACTUAMOS?

La Fundación, no se pone límites geográficos para desarrollar sus objetivos, se limita a mantenerse fiel a estos últimos (artículo 6 de nuestros estatutos) y a su ideario como entidad. Allá donde su actuación sea necesaria y bienvenida Okume AZ tiene un potencial proyecto a desarrollar.

Aunque su labor como tal inicia con la concesión de becas de estudio y el proyecto educativo planteado en Guinea Ecuatorial, nuestra fundación rápidamente comienza a colaborar con otras organizaciones o proyectos. Concretamente en países como Senegal, Camerún, Burkina Faso, Paraguay o Nepal…, mediante el apoyo de su infraestructura, su organización, o del propio personal… No obstante, aprovechando nuestra cobertura y la experiencia en ámbito de la cooperación que tiene nuestro director el Dr. Jordi Seuba, Okume AZ ha acabado asumiendo la mayoría de esos proyectos.